Piñera, el fantasma de la Bachelet y el escorpión
El presidente Piñera terminó apresurado su discurso del 21 de mayo, a pesar que pudo desarrollarlo sin interrupciones...
- T+
- T-
Andrés Sanfuentes
El presidente Piñera terminó apresurado su discurso del 21 de mayo, a pesar que pudo desarrollarlo sin interrupciones, a diferencia del ambiente de los días previos, a causa de los ataques a la ex presidenta Bachelet. Finalmente los líderes opositores tranquilizaron a sus díscolos.
Se centró en los avances ocurridos en los dos primeros años de un gobierno que ha contado con cuantiosos recursos presupuestarios, obtenidos de los ingresos fiscales generados por el crecimiento económico y el alto precio del cobre.
Partió agradeciendo al Congreso por el mejoramiento y la aprobación de las 219 leyes sancionadas durante su administración, lo cual es un categórico desmentido a quienes acusan a la oposición de una labor obstruccionista en el Parlamento.
Al centrarse en las realizaciones y cuidar las formas, incluidas dos vagas peticiones de perdón, evadió temas conflictivos. Así, no respondió a las críticas de sus partidarios, especialmente de la vertiente neoliberal, que ha puesto más énfasis en las regulaciones que en alentar la libertad económica y que muestra continuismo con los gobiernos de la Concertación.
Tampoco entró en profundidad en las reformas políticas, tan presentes en la discusión actual sobre la crisis de legitimidad que enfrenta la institucionalidad chilena.
En las propuestas hacia el futuro resurgieron los signos populistas del gobierno y que recoge el ambiente farandulero que subyuga a algunos medios de comunicación. El mejor ejemplo es el bono de invierno que pasó a ser la gran noticia del Mensaje. Si bien satisface una necesidad de segmentos de bajos ingresos afectados por el alza del precio de los alimentos y los combustibles, es una iniciativa que no deja huellas para el futuro. En la misma categoría “vistosa” está el anuncio del Puente de Chacao, seriamente cuestionado, especialmente ahora que a los vecinos de la isla les están llevando el “mall” a su territorio.
En cambio, diferente debe ser la recepción a dos iniciativas anunciadas por Piñera y que pueden constituir cambios en el país: una Política de Estado para los problemas de la ancianidad y resolver las actuales anomalías con las pensiones alimenticias.
El tema de la ancianidad no se circunscribe solamente a la falta de recursos que sufren las instituciones que se preocupan de su atención. Uno de los cambios más importantes que han ocurrido en Chile en los últimos decenios es la aparición masiva de uno de los principales segmentos de “los sin voz”: los ancianos, cuyos derechos aparecen siempre postergados. La prolongación de la vida y los avances de la medicina han incrementado su presencia. Una Política de Estado significa otorgarle prioridad a los derechos de este sector, donde abunda la pobreza, el aislamiento y la soledad. La atención a este creciente sector de la sociedad implica no solo grandes recursos financieros, también la preparación de recursos humanos especializados que el país no tiene actualmente.
El otro cambio social que requiere de especial atención es el debilitamiento de la familia, que entre otros efectos trae consigo la creciente existencia de madres que mantienen núcleos con padres ausentes y que no siempre contribuyen a la mantención de los hijos, aspecto que requiere de profundos cambios en la normativa y en las políticas gubernamentales, ya que son fuente importante de futura pobreza y problemas sociales. Nuevos mecanismos de retención y cobro de las pensiones alimenticias fueron enfatizados.
Son los temas que debieran acaparar la atención porque fomentan la paz social. Por desgracia, no pasaron 48 horas sin que el presidente Piñera y sus partidarios volvieran su preocupación al intento por atrapar al “fantasma” de la Bachelet, acusándola de la tragedia del 27/2, anulando el efecto circunstancial que logró el 21 de mayo, con lo cual levantó la crítica de la oposición que ese día se sintió utilizada, “se burló de nosotros”.
Quizás sea más simple: recordemos la fábula atribuida a Esopo de “El escorpión y la rana”, “está en su naturaleza...”